lunes, 16 de noviembre de 2009

¿Otra vez este señor?



Les doy la bienvenida mis queridos lectores, son estas mis primeras opiniones en este blog dedicado a este maravilloso deporte que es el fútbol, el cual es mucho mas que un simple deporte. En palabras del famoso entrenador del Liverpool allá en las décadas del ’60-’70, Bill Shankly, “El fútbol no es una cuestión de vida o muerte, es mucho más que eso".
Pero dejando de lado las consideraciones acerca del fútbol como fenómeno, el motivo de estos escritos son las palabras vertidas por el Sr. Ángel Cappa días atrás en una nota para el diario deportivo Olé ("Huracán fue la tumba de Niembro y de Bilardo").

Con su “verba florida” decretó el triunfo de su filosofía del fútbol (la menottista por supuesto), así como también atacó por enésima vez al Dr. Bilardo afirmando que la selección campeona del mundo de 1986 “no jugaba bien”.

Son estas las palabras del Sr. Ángel Cappa:


•“Ese equipo lo armé todo yo (por el huracán del clausura 2009). Pero soy DT, no mago que le das cualquier cosa y la convierte en el Santos de Pelé. El buen entrenador se ve con los buenos jugadores. Y con los muy buenos, hace falta un excelente técnico para que la orquesta suene”


Como puede verse, el “método Cappa” (o menottista, que es lo mismo) solo funciona en un equipo que tenga jugadores brillantes (léase: Maradona, Pelé, Garrincha y Cruyff juntos… algo así seria), y siempre que estos se “inspiren” y no tengan delante un equipo bien plantado defensivamente y con un buen orden técnico-táctico. Es un método “elitista”. La premisa seria: “o corro con el caballo del comisario o no corro nada…”. Siguiendo las palabras del lírico entrenador vemos que este cree que “los buenos directores técnicos se ven solo si hay buenos jugadores”, es decir, nada de que “los buenos directores técnicos se ven cuando deben armar un equipo con poco material”, no… por favor, nada de ese insulso trabajo de hormiga… dios nos libre y guarde.


Siguiendo con la nota, el cronista de Olé pregunta al Sr. Cappa por el delantero Nieto, quien ahora se desempeña como centrofobal en Colón de Santa Fe, siendo el segundo goleador del torneo con un total de 10 goles. Una cifra para nada despreciable.

•“-¿No lo desaprovechó?

-“Por favor, fabricábamos 15 situaciones de gol por partido, si él no la metía no era mi culpa…”

No creemos que sea necesario decir algo sobre el punto, es decir, si Nieto no concretaba… ¿algo mal se estaba haciendo no? Quiero pensar que alguien con la tremenda visión futbolística como el Sr. Ángel Cappa tendría que haberse dado cuenta. La situación es clarísima, Nieto en todo un campeonato en Huracán hizo 5 goles y ahora en Colón lleva 10 en 14 fechas disputadas. “A veces la pelota no quiere entrar” diría algún filosofo menottista, dejando en manos de los dioses helénicos el destino de su equipo.



• -“Volviendo a los DT, usted critica a Bilardo pero la Selección del 86 fue un equipazo”

-“No estoy de acuerdo. Ese equipo podría haber jugado mil veces mejor. Y era 90% Maradona. Con un gran DT, hubiese dejado una huella en el fútbol mundial. Y nadie lo recuerda. En cambio, sí quedaron en la historia Brasil 82, Hungría 54 u Holanda 74. Y no fueron campeones. Porque lo que queda para siempre es la emoción, no los números. Huracán va a quedar en la historia, Vélez no”

Sería bueno recordarle al Sr. Cappa, o contarle, ¿por qué no? Quizás no lo sepa amigos, que el campeón de 1986 es reconocido en el mundo como uno de los grandes equipos campeones de la copa mundial. Miren si habrá sido novedad la Argentina por aquel entonces, que el Dr. Carlos Salvador Bilardo creo un sistema técnico táctico que revolucionó el fútbol, el famoso 3-5-2 (para quien no sepa leerlo seria: 3 defensas, 5 mediocampistas y 2 delanteros). En la actualidad, se juega con uno o dos delanteros, por lo que varios equipos emplean, por esta causa, menos defensores, de esta manera hay mayor cantidad de mediocampistas. Por esta causa, en el centro del campo, es donde más jugadores se encuentran. Y miren también como habrá sido la cosa, que un diario inglés publicó la historia del desarrollo de las tácticas a final de siglo y la última fue la de Argentina ‘86. Es decir, nosotros inventamos un sistema táctico (digo “nosotros” queriéndome apropiar del logro del Dr. por una cuestión de nacionalidad) y el mundo lo recepcionó.

También en aquellas líneas el Sr. Cappa afirma que en el campeonato ganado en 1986 el equipo era 90 % Maradona. Esto es extraño. Realmente. ¿Por qué entonces Menotti dejo fuera del campeonato mundial de 1978 a semejante jugador? Siendo que Diego tenía las condiciones necesarias para darle él solo el campeonato a nuestra querida nación, resulta extraño su exclusión del seleccionado. ¿Por qué entonces la selección argentina, que se encontraba bajo la batuta del Gran Menotti, no logro el campeonato de España? Ya que si analizamos bien, era la selección campeona de 1978 más Diego Maradona. ¿No será que el Dr. Bilardo fue quien creo el entorno propicio para la consagración de Diego y de nuestra querida albiceleste? ¿No será que el Dr. convenció a Diego de que ese era “su mundial”? Y si Diego, a decir del Sr. Cappa, era lo mas importante en el seleccionado, ¿cómo se explica que hayamos llegado a la final del mundial en Italia ’90 con un Diego realmente diezmado, en condiciones físicas muy poco favorables? (recuérdese que tenia el tobillo del tamaño de una pelota del fútbol, tenia que infiltrarse para jugar cada partido, y además tenia la uña del dedo gordo totalmente destrozada, razón por la cual tuvo que hacerse una funda de fibra para poder jugar). ¿No habrá sido el doctor no? Siempre he tenido esa duda. ¿Quién sabe como será el asunto no? En fin…


Haciendo un cambio de frente, me atrevo a preguntar en este humilde texto, y considerando al Sr. Cappa como a una persona fiel a sus convicciones e ideales, ¿por qué el repentino cambio en el “estilo de juego” de Huracán en los momentos finales del partido decisivo contra Vélez en aquel apertura 2009? No sé si ustedes lo notaron. El llamado “tiki-tiki” se transformo en un “de punta para arriba”, o “centro a la olla”, con corridas para cualquier lado y sin sentido, en un total alboroto. Todo esto entremezclado con la vorágine propiciada por los improperios del Sr. Cappa. ¿Será que el “tiki-tiki” solo sirve en partidos intrascendentes? ¿Será que en los momentos decisivos, en finales, tienen que aflorar otras cosas en los jugadores? ¿Será que cuando “el queso se pone duro” cierta gente pierde los estribos, y se olvida totalmente de su “filosofía”, no teniendo la valentía necesaria para afrontar la situación? Les hago otra pregunta ya que estamos: ¿vieron alguna vez al Dr. Bilardo sentado en el lugar más recóndito de un banco de suplentes cuando su equipo va perdiendo o esta pasando un mal momento en el partido? ¿No se supone que un técnico es quien debe dar apoyo a su equipo en los momentos difíciles, y no esconderse para “evadir la realidad”?


Dudas… muchas dudas mis amigos.

Espero haya podido ser lo suficientemente claro como para llegar a sus corazones.

Saludos cordiales.

Los goleadores y los que hacen goles



Por Horacio Pagani

Es una profesión la de goleador, una linda profesión. Pero no todos la pueden ejercer. Se necesita poseer una condición innata para aprovechar las circunstancias favorables frente al arquero adversario. Tiene sus ingratitudes, claro. Porque cuando el goleador no marca y la sequía se extiende por algunas fechas no valen las alternativas (jugar bien, por ejemplo). Su destino es sólo uno: hacer goles.

Se habla del goleador de raza, no de aquellos que pueden mar car goles —aun circunstanciales— por variedad de recursos: calidad técnica, buen remate, buen cabezazo, velocidad, picardía. No, el goleador puede portar alguna de esas virtudes o varias. Pero su identidad se mide por goles. Y tiene más valor cuando esos goles se consiguen en partidos importantes. Por ejemplo, Mariano Pavone. Llevaba cuatro fechas sin convertir y parecía encerrado por su desconsuelo. Pero el clásico era la oportunidad. El Cholo Simeone, el técnico, especialista en motivación, le había anunciado que la racha negativa se rompería. El mismo provocó el penal de Semino. Y lo ejecutó sin miramientos, a fusilar, para lograr el empate. El festejo fue el desahogo. Por eso siguió jugando con alivio en un equipo disminuido numéricamente. Y un preciso contraataque, en el segundo tiempo, le permitió cruzar la pelota ante Kletnicki y sellar la victoria. Raza de goleador.

A Martín Palermo no se le pueden pedir sutilezas. Su mayor aptitud es el cabezazo. Pero sus goles pueden ser de todos los colores. El es el goleador del campeonato. Y está segundo en la historia de Boca. Pasa fechas sin facturar. Pero, por ejemplo, puede hacer un gol de media cancha (Independiente) o tres ante Estudiantes, su ex club, o cuatro en la Bombonera frente a Gimnasia La Plata, en forma consecutiva. Y puede chapear con los dos al Real Madrid en la final de 2000 en Tokio. Nada hay que explicar. Su compañero Rodrigo Palacio, en cambio, un delantero desequilibrante, también hace goles. Es una luz, y queda muchas veces frente al arco rival pero no define bien. Porque no amaga. O porque se apura. Es un gran jugador, pero no un goleador.

Andrés Silvera aparece cuando tiene que aparecer. Y si San Lorenzo lo necesita hace un doblete en Mendoza ante Godoy Cruz. Pertenece a la raza. Lavezzi es habilidoso y consigue goles. Gastón Fernández tiene talento y astucia para convertir. Pero no integran la logia. En Newell's, un tal Oscar Cardozo, paraguayo como el incomparable Arsenio Erico, sorprendió desde que llegó. A puro gol.

Es una profesión la de goleador. Una linda profesión. Pero no todos la pueden ejercer.

Un fenómeno el Doctor

Hacha y tiza


La expresión "Hacha y Tiza" data del tiempo de los duelos criollos y los malones.
En los encuentros cuerpo a cuerpo, el gaucho usaba un facón tratando de herir a otro
como quien hacha un árbol.
A su vez, cuando un poblado era sorprendido por la indiada, sus defensores recurrían a los tizones del fogón (más adelante el vocablo Tizón se fue deformando en Tiza).
Por la característica del fútbol que se practicaba décadas atrás, de mucho temperamento y marca, pero también de fina presición a la hora de atacar, la tiza se empezó a relacionar con la que se usa en el billar (que el avezado jugador pone al taco para afinar la puntería).
De esta manera, en los partidos de fútbol reñidos llamados de Hacha y Tiza, el hacha refiere al temperamento y la fuerza, y la tiza a la sutileza y la presición.

sábado, 14 de noviembre de 2009

“Los mismos que echaron a Bielsa, hoy lo quieren sacar a Diego”




Por Jorge Cicuttin y Carlos Stroker

Es uruguayo. No hay dudas. Y si las hay, el mate y el termo a un costado de la mesa mientras se desarrolla la entrevista, las echa por tierra. Víctor Hugo Morales cuenta que con esa tranquilidad oriental –de la Banda Oriental– recibió ese miércoles a la noche las declaraciones de Diego Maradona.

“Estaba fuera del Centenario, cenando con unos amigos, cuando por teléfono me cuentan lo que dijo Maradona. Lo primero que pensé fue: Diego se pasó de mambo”, recuerda. Pero lo que lo molestó fue lo que siguió al ya famoso “me la siguen mamando”.

Retoma Víctor Hugo: “Cuando pasó el tiempo y vi la reacción de la prensa no deportiva, eso me pareció una sobreactuación casi vergonzosa. Los periodistas deportivos no se iban a asombrar, instalados como están, buena parte de ellos, en la guaranguería. Pero encontré medios poderosos de comunicación que le estaban pasando factura a Diego y a las posiciones de Diego, que nunca son tibias y no dejan de llamar la atención, tanto como cuando el fútbol pasó a Canal 7, como su apoyo a la Ley de Medios. Algunos siempre han tenido en Diego al referente de lo que no le gusta de la sociedad. Ven en lo popular un desequilibrio grande. Fueron severos y exagerados con él”.

Es una voz rara la de Víctor Hugo entre las de los periodistas deportivos. Sus posiciones, a veces, van contra la corriente. Criticó al mandamás de la AFA, Julio Grondona, cuando los demás lo adulaban. Y sabe dividir las aguas en el tema Maradona cuando las otras voces son impiadosas.
“Como en todas las reacciones, muchas veces se pasa. Pero Diego fue atacado de una manera vergonzosa. Una cosa es la crítica sobre el equipo, que no está bien parado, pero de ahí a decir que no sabe nada, que no tiene dominio del grupo o que quiere dormir hasta después de las dos de la tarde o que los jugadores no lo respetan, que está dibujado, esas son agresiones muy duras. Hasta los intelectuales lo castigaron. ¿A ustedes les parece que un periodista deportivo puede decir que Diego no sabe nada de fútbol? Imposible. A mí me hubiese gustado hablarle al oído después del partido y decirle que se permitiera cinco minutos de felicidad. Disfrutá y no les des bolilla a los tipos que no valen.”

–¿Hay sectores del periodismo deportivo que quieren echar a Maradona de la selección?

–No sé cuál es el interés, pero no quieren que Diego siga y eso me parece muy notorio. En general no soporto ni un programa deportivo, pero sé que hay mucho guarango y mucho amarillismo. La peor raza es la de los ingratos y es probable que los ingratos lo hayan golpeado durísimo.

–¿Periodistas que fueron amigos de él?

–Obvio. Le empezó a fallar mucha gente. Yo, con otras palabras, hubiese hecho lo mismo que Diego. Él no entiende lo que pasó y seguro que se pregunta: si yo a todos estos los hice felices... Pero es así. Una parte del medio no es agradecido con él.

–Rafael Bielsa acaba de declarar que a su hermano, Marcelo, lo terminaron echando de la selección argentina los “empresarios del periodismo deportivo”, los “indeseables que compran y venden jugadores”...

–Es así. Ese periodismo deportivo es el mismo que echó a Marcelo Bielsa. Lo echaron del país por su amarillismo, por su concepto ordinario de las cosas. Los que van a las conferencias, muchas veces no les interesa hablar de fútbol. Generan polémica o llaman la atención.

–¿Quién cree que armó todo este circuito para sacar a Maradona de la selección?

–No lo sé.

–Se llegó a hablar de Carlos Bilardo.

–No, imposible. Puede haber tenido discusiones, como tuvieron siempre, se pelearon en la selección, en el Sevilla. Creo que tienen el código del amor básico. Pero Bilardo, estoy seguro, es incapaz de hacerle una jugada así.

–¿Y quién o quiénes son?

–Los que pregonan la cultura del amarillismo. El hecho de que Diego vendía adulándolo y vende agrediéndolo. No podría hablar de planes. Diego se calienta con un periodismo que es de cuarta, Diego se calienta, posiblemente, con grupos que sabe que son muy fuertes y que le están pasando factura. Diego se calienta con la ingratitud de mucha gente. Él dice que le agradece al pueblo y el pueblo es muy veleta. Se enoja con el sector del público y de periodistas que le son ingratos. Él dice: “Pará, algo hice, no soy culpable de todo”. Él no es culpable de que la defensa no tenga ya a Zanetti, Ayala y Samuel en su mejor momento. Que Mascherano haya jugado cuatro partidos seguidos muy mal. Que Messi no ligue. Hasta qué punto es culpable Diego de que jugadores como Tevez y Agüero estuvieran en un flojo nivel. Hubo partidos en que la selección jugó lindo y bien, aunque no ligó en los resultados.

–Bueno, también citó a muchos jugadores, hizo mil cambios...

–No deja de tener responsabilidad. Pero no puede pasar todo por Diego. Y de buenas a primeras Diego se siente agredido. Un tipo de pelea, como es él, va contra ese periodismo, contra esas empresas, contra gente desagradecida, gana un partido, se clasifica y se manda esto. Eran dos los caminos que tenía, o desquitarse con esta calentura o decir voy a ser cinco minutos feliz, voy a la piscina y hago la plancha y lo disfruto con mis amigos y les hago un corte de manga a los que en estos momentos no están gozando. Y no lo supo hacer porque es un tipo de pelea. Es Fiorito, él fue al frente en muchas cosas en su vida, está condenado a eso. Él no es Pelé, que se acomoda a las circunstancias sociales en las que se tiene que desenvolver, un tipo que cambió de clase. Diego sigue siendo un tipo del lugar donde era, mejor empilchado, con mejor auto, pero va a ser toda la vida eso. Me parece fantástico.

–Usted habló de grupos empresarios que le cobran cosas a Diego, se refiere a Clarín, el diario que ahora descubrió, después de veinte años, que Julio Grondona hace negocios poco claros...

–¿Ah sí? Yo no leo Clarín ni Olé. Hace años que no los toco. De vez en cuando veo algún título. Si ahora hacen eso con Grondona, no tienen vergüenza. Nunca la tuvieron. Si no la tenían cuando lo defendían y protegían, por qué habrían de tenerla ahora. El grupo hizo a través de Grondona el más fabuloso y estafador negocio que yo haya visto de cerca. Y uno se daba cuenta desde el primer momento, a partir de la no licitación, a partir de que nadie sabía cuántos abonados había al cable y era un secreto guardado bajo cuatro llaves, a partir del momento que los dirigentes no tenían la menor idea del contrato. Me embroncaba la estafa y que para poder hacerla necesitaban de Grondona y por eso le daban protección. También había protección para otros dirigentes que han hecho cualquier robo dentro de sus clubes y que se van a ir dejándolos muy mal. Uno de los códigos mafiosos era el de: te doy protección o te doy palos. Son obvios, el pecado aquí no es la inmoralidad en la que siempre vivieron estos tipos del Grupo Clarín, aquí lo malo es la obviedad. Es como con la Ley de Medios cuando empezaron con esas publicidades y lanzaron a todos sus periodistas como perros envenenados a pelear por los derechos de Clarín y lanzaron todo tipo de fantasmas y hablaban de la Ley de Medios como que era lo último que iba a ocurrir en el país. Pero lo que a mí me irritaba cuando veía TN no era la parte perversa, era la obviedad, porque la obviedad es un pecado más grave. A Grondona no tendrían que atacarlo nunca más. Que son inmorales ya lo sabemos; ahora, además, son obvios.

–¿Los multimedios tienen actitudes mafiosas?

–No todos, por supuesto. Pero los multimedios no son buenos, no favorecen nuestra actividad. Yo trabajo en una empresa que tiene diez radios, fenómeno, en el momento que está un operador sentado operando mi programa hay nueve tipos que no tienen laburo en las otras radios. A mí no me gustaron nunca. Hay dos o tres que son mafiosos, pero no todos lo son. El problema es cuando los multimedios con su poder empiezan a ir sobre otros intereses: el fútbol, los servicios públicos que prestan otros grupos. Es entonces cuando a través de su periodismo tan poderoso defienden otros tipos de intereses, someten a los políticos, los tienen asustados.

–Algo de esto pasó con la discusión por la Ley de Medios...

–Miren, yo no tengo una mala relación con Mauricio Macri. Es alguien con quien puedo tomar un café. Pero me puse muy furioso cuando lo vi hablar contra la Ley de Medios. Porque él me dijo en la cara que no podía ir en la AFA contra Grondona por el poder del Grupo Clarín. “Víctor Hugo, qué quiere que haga, detrás de Grondona está Clarín”, me dijo, textual. Y ahora tiene la gran oportunidad de su vida, y está en contra. Pero creo que Macri juega a dos bandas, porque ni él ni ninguno de los políticos puede estar feliz de que esta ley no salga. A todos les va a servir. Aunque sea para negociar con un Clarín menos fuerte. Y los periodistas vamos a tener mejores oportunidades, al dividirse Canal 13 y TN, en uno de los dos, quién sabe, yo pueda tener trabajo. Así como están yo no tengo trabajo ni en TN, ni en Clarín, ni en el 13, ni en Magazine, ni en Metro... No puedo creer que haya periodistas en contra de la Ley de Medios.

–Pueden estar apretados por las empresas...

–Hay tipos que tienen nombre, trayectoria... Además, vivimos una sola vez, dejate de jorobar, y cuánto más podemos comer por día, cuánto más podés tener, a mí no me van a cambiar la ecuación, ya sabés quién sos, no puede ser que tengas que convertirte en un alcahuete de tu empresa. Si hubiese estado a favor de la ley estando en un multimedios, me abstenía de hablar. Salvo alguien como Magdalena Ruiz Guiñazú, que está por encima del bien y del mal.

–Las diferencias con Magdalena son notorias con sólo escuchar los dos programas. ¿Los oyentes no le critican su posición favorable a un proyecto de este gobierno?

–Basta escuchar el programa para darse cuenta de que no soy oficialista. Pero les digo algo: me estoy planteando no cargar las tintas contra el Gobierno para no darles tampoco la posibilidad de que digan: está haciéndolo para que nadie piense que es oficialista. Yo no lo soy, yo tengo para este gobierno setenta tipos de facturas que pasarle. Pero no voy a ir en contra de lo que creo. También apoyé el proyecto para acabar con la jubilación privada, pero eso pasó casi inadvertido, ¿por qué? Porque con la Ley de Medios los grupos periodísticos salieron a defender sus intereses.

–Vuelvo a la anterior pregunta: ¿no tiene oyentes que lo cuestionan?

–Muchísimos, pero eso me importa mínimamente. Todas las radios tenemos sectores de oyentes de los cuales quisiéramos despojarnos, por lo menos yo. A mí no me gusta el oyente que es partidario de la pena de muerte, que no te permite plantear con naturalidad el tema de la despenalización del aborto, no me interesa el oyente que cuando matan a alguien sale a pedir que los menores de doce años tienen que ir presos a Siberia. Entonces, si a esa gente que en algún momento le caía bien porque criticaba al Gobierno por el tema del campo o como estoy contra el Gobierno en los casos de corrupción, ahora me ve mal porque siendo el mismo tipo y sin ninguna fuerza exterior en pugna estoy a favor de una medida, esa gente no me importa. Los oyentes que yo perdí por la Ley de Medios, estoy contento de haberlos perdido. A mí no me importa ese riesgo.

–¿Le había ocurrido antes algo parecido?

–Cuando Menem empezó en 1991 yo tenía este mismo programa. Era tan bueno o tan malo como ahora, pero era mi programa. Cuando vimos el tema de las privatizaciones, despidos, desregulaciones, todo esto, estuve en contra. Pero esta radio era asquerosamente menemista, este medio era una de las banderas del menemismo. Una vez, en una reunión, me dijeron los directores: “Víctor Hugo, esto no camina, la cuestión de los avisos, no entendés lo que está pasando, la gente está muy enojada. ¿No te enojás si seguimos sólo con el fútbol y dejás el programa de la mañana?”. Yo les dije que no había problemas y estuve 18 años con ganas de tener un programa a la mañana. Lo que digo es que si se complica la cosa, me refugio en el fútbol, me voy a mi casa. A mí no me van a poder con eso de que la gente va a dejar de escucharme porque tomo algún tipo de posición. ¿Saben qué? No me interesa un oyente que es intolerante.

Fuente: http://www.elargentino.com/nota-62877-Los-mismos-que-echaron-a-Bielsa-hoy-lo-quieren-sacar-a-Diego.html

Por qué deseamos perder



Por Alex Milberg

Cuatro amigos se reunieron el 30 de octubre de 1998 en Rosario para celebrar, por su cuenta, el cumpleaños de Diego Armando Maradona como si fuera la Navidad. De esa noche desvelada, surgió la “Iglesia Maradoniana”, parodia de religión que hoy congrega a más de 20.000 fieles en todo el mundo. Hasta hace un mes, no había siquiera un Judas. Todos por igual, seguían los diez mandamientos (ver aparte), compartían efemérides y oraciones propias como, por ejemplo, el “Diego Nuestro”:

Diego nuestro que estás en las canchas// santificada sea a tu zurda // venga a nosotros tu magia. Háganse tus goles recordar en la Tierra como en el Cielo // Danos hoy la magia de cada día, perdona a los ingleses, como nosotros perdonamos a la mafia napolitana, no nos dejes caer en off-side y líbranos de las Havelange. Diego.

Pero apenas 24 horas después de la derrota argentina ante Paraguay, Alejandro Verón, uno de los cuatro fundadores de la “iglesia”, crucificó a Maradona: “Lo veo mal. Como técnico no demostró nada. No hay sistema, no hay estrategia ni táctica”.

La confesión de uno de sus “apóstoles” fue el punto culminante de una furia anti-maradoniana que se propagó en todos los medios. En su edición online, Clarín preguntó si Maradona era el “único responsable” de la derrota. Y el 70 por ciento de los 12 mil votantes, aseguró que sí. A tono con el espíritu de algunos de sus lectores, La Nación fue más directo: ¿Cree que Maradona debe renunciar? El 82 por ciento asintió con el mouse; idéntica cifra sobre 22 mil lectores declaró Infobae.

Casi como para darles el gusto, el martes 6 de octubre, a menos de cinco días de jugar contra Perú, Maradona anunció: “Después del partido contra Uruguay veré si sigo, pero con mis condiciones”.

Antes de perder su primer partido contra Bolivia y de la trilogía de derrotas ante Ecuador-Brasil y Paraguay, Maradona fue criticado por tres temas:

a) Su falta de experiencia como técnico.

b) Su poca predisposición al trabajo

c) Su historia personal.


Sobre el primer punto, es cierto que su currícula no era alentadora: como técnico, hace quince años y en plena adicción a las drogas, obtuvo el 21 por ciento de los puntos posibles como técnico de Mandiyú (1 victoria, 6 empates, 3 derrotas) y de Racing (2, 6, 3). Sin embargo, el argumento es estéril. Franz Beckenbauer, sin experiencia previa como técnico, fue subcampeón y campeón mundial en 1986 y 1990. Dunga, ganó la Copa América (2007) y Confederaciones (2009). Jürgen Klinsmann fue tercero con Alemania en 2006. Otros, sin experiencia, tuvieron otra suerte: Michel Platini no clasificó a Francia al Mundial de 1990, Gheorghe Hagi tampoco pudo llevar a Rumania al mundial de Corea-Japón, donde otro técnico de gran experiencia y reconocimiento profesional, como Marcelo Bielsa, tuvo el mayor fracaso deportivo de Argentina en un mundial y no logró superar la primera ronda.

Por otra parte, los antecedentes laborales son esenciales para trabajos convencionales, aunque no aplican con rigor matemático ni en el fútbol ni en la política. Poco importó, sin ir más lejos, que Mauricio Macri tuviera como experiencia dirigir algunas empresas de su padre y un club de fútbol para darle las llaves de la Ciudad de Buenos Aires. O tampoco resultó invalidante que Elisa Carrió o Cristina Fernández de Kirchner carecieran de práctica gubernamental: fueron votadas para presidente por millones.

La segunda objeción a Maradona es la carencia de un “sistema de juego” y la ausencia de trabajo. La acusación suena injusta. Como todos sus colegas, Maradona tiene cinco días al mes para interactuar y practicar con sus jugadores escogidos. Quienes inician su gestión ni bien termina un mundial, logran multiplicar por cuatro años esos cinco sumando incluso la preparación de algunos torneos (como la Copa América o los Juegos Olímpicos).

Por último, la tercera crítica apunta a “su historia personal”, que suele avivar un rechazo visceral entre los detractores. Existe, ante todo, un juicio moral. Para un amplio sector de la sociedad resulta imperdonable que sólo haya reconocido económicamente a su hijo Diego Armando Sinagra. Aún así, la mayor condena proviene de su adicción a la cocaína. Sin embargo, ¿por qué la recuperación de su adicción a las drogas no es percibida como un valor o como un ejemplo? Para el sociólogo Alberto Calabrese, director del Fondo de Ayuda Tecnológica y miembro del comité científico que asesora al Gobierno sobre drogas, si Maradona fuera un ex alcohólico no padecería la misma condena social. “El juego o el alcohol son adicciones mucho más peligrosas”, dice. Calabrese apunta que luego del esfuerzo que supone una recuperación, la sociedad en lugar de valorar ese esfuerzo observa al rehabilitado con sospecha, “como si fuera inevitable un nuevo paso en falso”.

Más allá de la posibilidad real de reincidencia, se percibe casi un deseo perverso de que Maradona vuelva a explotar. Y los rumores y críticas se multiplican: “está más gordo”, “viajó al spa de Italia porque no puede más”, “duerme hasta el mediodía”.

Las grandes personalidades viven mil vidas en una y del pasado, como Nietzsche, “sólo se recuerda lo que duele”. Podríamos rescatar los grandes valores de Maradona: salió de la pobreza y con esfuerzo y talento —no por azar— se convirtió en uno de los mejores jugadores de la historia. “Me pusieron ahí arriba, de la nada y nadie me enseñó como se hacía y acá (se toca la cabeza) fue difícil”, me dijo Maradona en una entrevista en 2001.

Para el doctor en filosofía y magíster en sociología de la cultura Pablo Alabarces, profesor de la UBA y de la Universidad Nacional de la Plata, ningún intelectual urbano de clase media pasaría airoso la prueba de ser al mismo tiempo “el mejor jugador de la historia, el hombre más conocido del universo, el último símbolo plebeyo nacional-popular de un país que desplazó esos relatos a la nostalgia”. ¿Usted puede ponerse en la piel de Maradona? ¿Usted, con su preparación, lo hubiera afrontado mejor?

Alabarces sugiere que es poco lo que vivió Maradona en semejante contexto: “Yo, sinceramente, hace rato que estaría en una zanja”.

Esa historia de Maradona, no se mancha ni se arruina por decisiones posteriores. E incluso, la recuperación a su adicción, empujado por el amor hacia sus hijas, podría ser apreciada como un ejemplo o una inspiración. “Más allá de las críticas puntuales, hay una saña mayor hacia Maradona: no se tolera que alguien con su pasado con las drogas sea la mayor referencia mundial de nuestro país”, sostiene el economista Lucas Llach, mientras arma una bandera con la leyenda “Gracias Doña Tota” que llevará a la cancha al partido con Perú. “También hay, en un sector que lo rechaza, una cuestión de clase. Preferirían que la imagen de Argentina se asociara a Borges y no a Maradona”.

Ni bien se lo designó técnico, La Nación detectó el encono de sus lectores por la noticia. Y en una nueva encuesta de la consultora Carlos Fara & Asociados, posterior a la derrota con Brasil, se detectó que la desaprobación por Maradona se eleva entre el nivel socioeconómico medio alto, hombres mayores de 60 años y porteños. Sobre un universo de 442 casos, el 67 por ciento sostuvo que Maradona no debía seguir como técnico.

Pero el rechazo a Maradona, su condena social, tiene una tercera arista: sus contradicciones. El psicólogo del deporte Tulio Guterman repasa sus idas y vueltas, del “Che” a Menem: “Diego va y viene y tampoco ha hecho mucho por formarse”. En el fondo, para el miembro fundador del Área Interdisciplinaria de Estudios del Deporte de la UBA, Maradona no termina de ser aceptado. “Es víctima de sus propias imposibilidades y es probable que todos seamos así, por eso es un personaje que fascina”, sostiene.

Entrevistado por Daniel Arcucci para Rolling Stone hace diez años, Maradona afirmaba que todos somos contradictorios. “Si a mí me demuestran que es de otra manera, yo me adapto”, decía.
Por otra parte, la crispación que producen sus contradicciones no se condice con las que comete la propia sociedad, en especial un amplio sector de la clase media. En la Argentina, nadie apoyó los golpes militares del siglo pasado, nadie apoyó la brutal dictadura ni la guerra de Malvinas, nadie votó a Alfonsín (salvo cuando murió), nadie votó ni reeligió a Menem, nadie votó a Kirchner y nadie votó a Cristina Fernández. Enfurecerse por la “borocotización” de los políticos o las “inconsistencias” de Maradona es un ejercicio que permite sostener una vez más que el problema son los otros. “El presente argentino ofrece una pura linealidad sin dobleces pero de traiciones, injusticia, discriminación, mediocridad, hipocresía y obsecuencia”, opinó Alabarces en Perfil.

Poco apreciado por Alabarces (“es a la sociología lo que Tinelli es a la cultura de masas”), el escritor Juan José Sebreli repasa con estupor, en su “Ensayo contra los mitos”, las disímiles figuras con las que Maradona ha sido comparado: Cristo, San Genaro, la Virgen María, Ulises, Napoleón, Mick Jagger, Baudelaire o Don Quijote. Le sorprende que Fito Páez (quien alguna vez dijo “yo amo a Diego, ¿quién otro le dio alegrías a miles y miles?”), lo incluyera entre los genios de la humanidad junto a Stravinsky y Miguel Ángel. Sebreli sostiene que distintos mitos entremezclados conforman un único mito de Maradona. “Para el nacionalismo populista, encarna el mito de la identidad nacional; para las clases bajas sin conciencia política (sic), el del mendigo que se transforma en príncipe, para los intelectuales de izquierda, el de rebelde social, para la juventud contracultural, el mito del transgresor”.

En su última internación, casi al borde de la muerte, la vida de Maradona parecía sintetizada en una guardia periodística, en un puñado de fotógrafos a la espera de su final. Casi muere en Uruguay, casi muere en Cuba, casi muere en Buenos Aires, pero Maradona se resiste a un final trágico, recupera a sus hijas, pospone su adicción, consigue trabajo, tiene revancha. Los grandes mitos mueren jóvenes y que sobreviva puede ser insoportable. Su fracaso surge como un consuelo.

El filósofo Esteban Ierardo, experto en mitología y profesor de la UBA, señala la peculiar atracción que tenemos los argentinos por construir ídolos y luego derribarlos. Hay un goce en la destrucción de los “héroes”, de esta mitología popular, asegura. Como país, agrega, Argentina sostiene una gran frustración por la imposibilidad de lograr cambios. “El placer sádico de la destrucción es una respuesta a esa frustración”, señala. A tono con los humores sociales, los medios potencian la ciclotimia: “En sus ascensos, potencian su vanidad”, dice el sociólogo Roberto Di Giano, de la UBA. “Y en sus caídas dan señas de devorarlo cuando parece atrapado en su celda narcisista”.
El mismo Maradona reflexionaba ante Arcucci en aquella nota: “No me propuse ser un mito viviente. Yo lo agradezco, pero soy un ser humano como cualquiera y no me creo un mito. Pero los argentinos saben que El Diego no les metió la mano en el plato de comida y eso es lo más importante”.

Mito viviente o ídolo oscilante, Maradona hoy vive un momento de máximo tensión. La selección que dirige puede no clasificar al Mundial de Sudáfrica de 2010.Una multitud saltará del amor al odio en función únicamente de los resultados. Pero un sector importante de nuestra sociedad, fantasea con el fracaso de Maradona. Surge, una vez más, el insólito placer argentino por el derrumbe. “Hay satisfacción en el no poder. El fracaso es un modo de vida virtuoso que paga a través de una poética de la desazón, del nihilismo, del escepticismo, del supuesto atrevimiento de la verdad”, escribió Alejandro Rozitchner en su libro “Amor y País”.

Hace casi un año, en noviembre del 2008, en Newsweek Argentina abordamos este tema con una nota de tapa (“Yo amo la crisis”) en la que el editor Matías Loewy resumía: “Lo que resulta más difícil de enfrentar y tratar es esa díada argentina que vincula el temor y el deseo: el miedo al abismo y la tentación de alcanzarlo”. Detrás de cada gestión, en nuestro país solo parecen quedar escombros. Hay una fascinación criolla por el desastre, por la imposibilidad de un futuro próspero.

Para Andrés Rascovsky, presidente de la Asociación Psicoanalítica Argentina, una sociedad reconstruye su autoestima con “hechos, logros, desarrollos auténticos y personalidades que representen valores espirituales, desarrollos de la cultura y contribuciones a la humanidad”. Contamos con estos hechos, logros y personalidades, ¿pero cuánto lo valoramos?

La aspiración a que un gobierno (cualquiera sea) fracase, implica necesariamente nuestro fracaso.

La disociación entre el fracaso de los otros (países, políticos, dirigentes, maradonas) y el nuestro, sólo nos exime de responsabilidades. Completa Rozitchner: “El fracaso es una forma de postergarse hasta el paroxismo y disfrutar del ilimitado campo de lo que pudo haber sido, frente al cual todo logro es una minucia. El enemigo somos nosotros, estas formas de vida, estas costumbres que no queremos mirar a la cara”.

La semana próxima, Argentina ya habrá definido su situación en el próximo mundial de fútbol. Maradona, si cumple su nueva amenaza, tal vez renuncie. Tal vez continúe. Si gana, se dispensará una revancha contra todos. Si pierde, volará por los aires. En cualquier caso, no es Maradona el objeto de esta tapa. Mucho menos, debatir si Palermo o Heinze deben ser titulares. A decir de Alabarces, el fútbol surge, por momentos, como uno de los pocos discursos capaces de sostener en el imaginario popular una idea de nación. Ahí, tanto en fútbol como en la política, aún persiste una tentación por el fracaso que, de a poco, podríamos evitar. También merecemos ganar.

Con Cristian Savio

Fuente: http://www.elargentino.com/nota-60932-Por-que-deseamos-perder-.html

Bilardo según Carlos Bilardo




En alguna parte, Borges compara las concepciones que de la poesía tenían Platón y Edgar Allan Poe. No viene al caso entrar en detalles, pero sí notar que Borges, con su habitual inclinación por las paradojas, concluye extrañándose de que un “clásico” (Platón) sostuviera una tesis “romántica”, y un “romántico” (Poe), una tesis “clásica”. En verdad, la conclusión nos remite a otro tópico borgeano: la relatividad de toda clasificación o, mejor, la sujeción de las clasificaciones a la perspectiva temporal (cultural) del observador.

El mismo Borges puede ser sometido a su propio sistema. Puesto a analizar La invención de Morel, de su alter ego Bioy, la interpreta como una metáfora de la soledad y de la esencial incomunicación humana (¿cómo no estar de acuerdo, recordando el memorable final?). Mientras que, casi contemporáneamente, Ernesto Sábato, eterno antagonista de Borges, interpreta esa “invención” como un eternorretornógrafo, remitiéndose al concepto pitagórico-nietzscheano, no del todo inaplicable a la novela de Bioy. Pero lo interesante, entonces, es que un autor considerado “intelectual” y “frío” sostiene una tesis “romántica”, y otro escritor, considerado “existencial” y “sentimental”, sostiene una tesis “clásica”.

¿A qué viene todo esto, hablando de fútbol?

Algún lector iniciado se adelantará y pensará, tal vez, en la siguiente paradoja, ya canónica. Menotti, hombre de izquierdas, “intelectual” progresista, fue el director técnico de la selección nacional de fútbol de la dictadura militar, durante un mundial rodeado de campos de concentración y otro en plena guerra de Malvinas. Bilardo, en cambio, hombre considerado poco menos que fascista y analfabeto (pese a ser médico), llevó a la selección a dos triunfos extraordinarios (el campeonato del ’86 y el subcampeonato del ’90) en plena democracia recuperada y bajo dos gobiernos distintos.

Pero todo lo anterior es un lugar común y no vale la pena analizarlo aquí, ni a favor ni en contra. Es tan obvio que merece ser puesto entre paréntesis para poder avanzar hacia ideas no tan congeladas en la inocuidad. Lo que me interesa es analizar qué subyace en las concepciones del fútbol de ambos contendientes clásicos. Más o menos, parecen conocidas. Menotti es relacionado con el fútbol “ofensivo” (pero practica el achique, actual eufemismo para la vieja “trampa del offside”), las individualidades creadoras (por lo tanto, un star system), la espontaneidad y la alegría del juego (pero los partidos de su selección, salvo excepciones, eran aburridísimos, Maradona nunca jugó bien en ella y, en definitiva, poco hay más triste que no ganar nunca). Bilardo, simétricamente, ha sido convertido en paradigma del fútbol defensivo (pero usa menos defensores “netos”), del esquema rígido (pero planifica cada partido de manera distinta, según el rival), del juego colectivo casi anónimo (pero Maradona hizo maravillas en esa estructura).

Primera paradoja o contradicción: el intelectual propone una tesis espontaneísta (por lo tanto, antiintelectual), y el bruto, una tesis intelectualista (por su fuerte contenido táctico, es decir, teórico).

Pero hay más todavía. Y lo principal, creo. Se sabe que, desde 1986, muchos equipos del mundo aplican el innovador sistema bilardista (líbero y dos o tres stoppers, laterales volantes, mediocampo muy concurrido, dos y hasta un solo delantero). Por lo menos, los equipos “chicos”, seguro. He aquí la clave. El “método” Menotti sólo funciona en equipos con jugadores “brillantes”, y siempre que éstos se “inspiren” y no tengan enfrente un equipo muy bien ordenado (pensar en los sucesivos fracasos colombianos). El “método” Bilardo puede ser aplicado por cualquier equipo con jugadores relativamente funcionales y sacrificados (no precisamente “estrellas”). Esto le viene, por supuesto, de su maestro, Osvaldo Zubeldía. De ahí que selecciones como Rumania, Nigeria o Bulgaria lo hayan practicado durante años, hasta poder desarrollar una mayor experiencia internacional. Ya no hay —todos lo dicen— equipos “chicos”. Y esto es, en gran medida, un fruto del bilardismo (así como el Estudiantes de Zubeldía fue el primer equipo “chico” que les disputó su lugar a los “grandes”).

(Por supuesto, en otro nivel más profundo, el bilardismo implica un intento desesperado —y por lo mismo heroico— de neutralizar el azar; las cábalas enfermizas son parte, y caricatura, de esto. Además, cuando se reivindica una estética del fútbol, ¿por qué, precisamente, habría solo una?)

Ésta es, por lo tanto, la paradoja central. Menotti, intelectual progresista (que elogia conservadoramente el fútbol “de antes”), propone un sistema elitista, a lo sumo anárquico. Bilardo, picapiedras retrógrado, ha instalado, guste o no, un sistema que socializó el éxito futbolístico, acortando las antiguas y sagradas distancias entre equipos grandes y equipos chicos, protagonistas y comparsas, fuertes y débiles, ricos y pobres —en el fútbol.

He ahí la paradoja: el intelectual propone una tesis espontaneísta (por lo tanto, antiintelectual), y el bruto, una tesis intelectualista (por su fuerte contenido táctico, es decir, teórico)".

Fuente: http://www.diariocordoba.com/noticias/noticia.asp?pkid=285517